Sin decir palabra, el deportista levantó la bandera de su colegio, a fin de que pudiéramos verlo. Todos lo habían visto, aunque algunos aparentaban ignorarlo. A medida que terminaban los partidos, nos volvíamos más cautelosos, ya se sabían los clasificados para finalistas, luego de una jornada exhaustiva de adrenocorticotrofina al límite.
Un hecho nuevo y poderoso había roto la tranquilidad de Rancagua, EL COMIENZO DEL FINAL. Todos pensaban en mañana, es decir, el viernes, que el IO se enfrentaría al IAE en las finales del voleibol y del fútbol, y que ICH y CCH competirían por no quedar en último lugar del balompié. Ninguno de nosotros (que veíamos los partidos) tenía el coraje de reaccionar. ¡Oh los colegios rivales, cómo se parecen entre sí! Al fin y al cabo, MARISTAS... Faltaban tres horas. Tres horas más tarde, concluídos todos los partidos, ya sabríamos la suerte que les esperaba a todos. Dos horas. Una hora y media. Una hora. Ya descendía la oscuridad. Listo. Básquetbol ICH vs IO. No obstante, faltaba la última jornada de Atletismo, que podría cambiar el rumbo de los juegos. Pero, ¡horror! Ahora faltaba más tiempo para desentrañar los ganadores.,. ¿Quién triunfará? ¿No encontraríamos un indicio de frustración? De pronto, la voz del árbitro nos hizo estremecer. "¡EL GANADOR ES…! ¡______________!", gritaba y el grito repercutió en el gimnasio, con la vacía sonoridad de los lugares abandonados, para siempre, en el recuerdo de 486 deportistas. "